Pecado contra mí - Un Protocolo
En Mateo 18:15-20, Jesús nos oriente sobre qué hacer cuando alguien ha pecado contra mí. Este proceso puede ser una forma eficaz de resolver conflictos y fomentar el entendimiento mutio y la reconciliación en nuestras relaciones después de que haya ocurrido una situación de pecado contra mí. La semana pasada aprendimos cómo abordar las interacciones normales, no las pecaminosas. Afortunadamente, nuestra fe también tiene algunos consejos para estas situaciones difíciles. Sin embargo, es importante seguir los pasos en el orden correcto para evitar empeorar aún más una situación que ya es mala.
Paso 1: habla con la persona en privado. Es importante primero abordar el problema directamente con la persona que ha pecado contra mi. Esto permite una conversación más abierta y honesta y le da a la persona la oportunidad de disculparse y enmendarse, o corregir mi comprensión de lo que pasó.
Paso 2: Traer a una persona que pueda facilitar la conversación o ser testigo. Si el problema no se resuelve después de la conversación inicial (que se muestra mediante una actitud defensiva, respuesta o explicaciones engañosas, tomando posturas rígidas o dramáticas, etc.), puede ser útil traer a un tercero neutral que pueda facilitar un mayor diálogo y ayudar a mediar en la situación, o simplemente ser un testigo.
Paso 3: llevar el problema a la comunidad. Si el problema aún no se resuelve después de estos esfuerzos, puede ser necesario comunicarlo a la comunidad. Esto podría significar decirle a otras personas que interactúan con esta persona para protegerlos, o podría significar involucrar a entidades legales/judiciales, dependiendo de la situación. Si nos saltamos los pasos 1 y 2, el problema se polarizará aún más y las cosas pueden empeorar innecesariamente. Los pasos 1 y 2 nos aseguran que tenemos una voz y una perspectiva válida.
Seguir este proceso significa buscar de la reconciliación, la conversión y el diálogo. Este proceso promete que podemos fomentar relaciones más sólidas y recuperar nuestra voz con valentía sin atorarse cuando algo no avanza, reconociendo que vivimos en un mundo pecaminoso.